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MANK: Un film que critica el cine de autor

Esta semana el periodista Gino Solari analiza la película Mank

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foto: Netflix

Gino Solari

En mayo de 1941 ocurrió lo que muchos sostienen como un milagro del cine. La película más importante hasta la actualidad (a discusión), se estrenó con el nombre “El Ciudadano Kane”. Su director, un veinteañero Orson Welles, tuvo el respaldo providencial de la productora RKO (considerada una de las mejores en la época dorada de Hollywood) para hacer y presentar lo que quisiera, y entre las buenas decisiones que tomó, contrató a un guionista llamado Herman J. Mankiewicz: “Mank”.

La cinta «El Ciudadano Kane» fue nominada a nueve Oscars, obteniendo solo uno, justamente, la categoría Mejor Guion, cuyo crédito se lo llevó Mankiewicz y Welles. El argumento narra el auge y la caída de Charles Foster Kane, el personaje basado en el magnate William Randolph Hearst, rey de la prensa norteamericana que se opuso a la exhibición de magna película, justo después que la revista Friday hiciera comparaciones entre el personaje y el multimillonario, y también porque se sentía ofendido de ciertos aspectos sexuales que aparecían sobre su vida, como su amorío con la actriz Marion Davies. Se dice que la recordada palabra “Rosebud”, podría ser justamente un apodo sexual. Pero contra viento y marea, la ópera prima de Welles llegó a la pantalla grande y sorprendió al mundo con su avanzado lenguaje visual y puesta en escena.

Este polémico filme tuvo su dialéctica en el guion, escrito por Mankiewicz, un tipo altamente inteligente, un intelectual de la época con palabras mordaces, su elocuencia enamoraba incluso al magnate Hearst, su simpatía y su personalidad engreída le permitió meterse en los círculos de poder de Hollywood, para brindar en fiestas junto a personas con quienes no compartía sus ideales, pero que fueron necesarias para lograr su obra maestra, la que en principio se llamó “American”.

Ese cinismo, junto con su seductora personalidad y alcoholismo, es lo que llevó el aclamado director David Fincher a la plataforma de Netflix con “Mank”, un biopic que fue escrito por su padre, Jack Fincher, periodista y editor de la revista Life quien falleció en 2003 tras padecer de cáncer. Esta idea estaba amasada hace años y quizás sea el trabajo más personal del creador de Seven (1995), El Club de la Pelea (1999) y Gone Girl (2014), entre otras.

Mank es la historia de Herman Mankiewicz, un escritor y crítico de cine que venía de más a menos, situado en el viejo Hollywood, escenario impregnado de glamour, poder, sordidez, corrupción, manejo político descarnado y la gloria de ser parte de este mundo. Tal como en El Ciudadano Kane.

En ese ambiente es donde Mank, poco después de tener un accidente automovilístico, es llevado a una cabaña alejada de la sociedad por gracia de un enigmático y omnipresente Orson Welles (Tom Burke), quien le pide escribir un guion en 90 días. Mank comienza trabajar junto con la increíble redactora Rita Alexander (hermoso papel de Lily Collins), mientras reposa su pierna en cama, junto a su ingenio y adicciones.

Rápidamente David Fincher genera las similitudes con El Ciudadano Kane, lanzando Flashback para ir y venir con varias subtramas entre esa cabaña donde se fragua el máximo guion del cine y sus recuerdos de cuando estuvo a la par con William Randolph Hearst (interpretado por un elegante Charles Dance), al dueño de la firma MGM, Louis B. Meyer (Arliss Howard) y al déspota Irving Thalberg(interpretado por Ferdinand Kingsley y odiado por sus malas decisiones, entre ellas, el boicot a la carrera del actor Buster Keaton).

En esos recuerdos, Mank está rodeado de mujeres, entre ellas su esposa Sara (Tuppence Middleton) y la propia Marion Davies (interpretada por la extraordinaria Amanda Seyfried), la actriz amante de Hearst quien tuvo las mejores escenas junto a Mank, los diálogos más cálidos y que más pudieron acercar a la audiencia en esta cinta más bien fría, y que a mi gusto, apareció muy poco, descartando el talento de Seyfried.

Mank era un crítico del poder y abrazaba ideas más conciliadoras con la equidad y la igualdad de oportunidades. Incluso se deja ver el apoyo a la migración de personas en una Alemania donde se levantaba el nacismo. La política y la lucha de ideales son parte del lineamiento de este filme, el que tiene una segunda capa crítica: la reivindicación del guionista y de los colaboradores del director. Se dice que esta cinta tiene una base en el ensayo “Raising Kane” de Pauline Kael, donde explica que el director no es el protagonista de un filme, y toma como principal responsable a quien escribe el guion. Por lo tanto, esta película, que no llega tan lejos, sí abraza una defensa a Herman Mankiewicz y de los guionistas en general como fundamentales a la hora de realizarse una obra cinematográfica.

Gary Oldman en su papel de Mank es extraordinario, incluso recordamos a su anterior papel de Churchill (Las Horas Más Oscuras, 2017) cuando está en cama, casi inválido. Su interpretación se lleva el peso de la película con diálogos inteligentes y creíbles, y quizás sea premiado por ello. No sería sorpresa.

David Fincher, fiel a su estilo, ocupa muy bien el claroscuro y la falta de contraste para que sus personajes encuadren bien el rostro y no se pierda información en la penumbra. Los paneos característicos de su dirección, los tilts para bajar y los puntos de fuga en planos generales armonizan el movimiento que siempre genera en sus películas. Prueba de ello es la hermosa caminata de Mank y su amiga Marion por los jardines de animales, en un trabajo de iluminación, arte y fotografía, en todo su esplendor. Además, no deja de ocupar los CGI (imágenes retocadas por computadora) para mejorarla puesta en escena.  

Otro concepto que no deja de lado es el movimiento de la cámara acompañando la velocidad y los movimientos de los personajes. Eso, Fincher lo hace a la perfección y por ello su trabajo es tan bien recibido. Este director empata el movimiento de la cámara con el de los personajes sin perder el encuadre: si el personaje avanza lento, la cámara también; si se echa hacia atrás, la cámara se mueve junto a ese movimiento; si camina rápido, la cámara igual. De esta manera, utiliza paneos y travellings a destajo, y las personas que ven la película captan ese movimiento, por lo que se genera una mayor conexión con el personaje. Lo que él denomina como “comportamiento del tiempo”.

Es interesante como se deja ver el aspecto creativo, como cuando están los escritores generando ideas en una oficina, con planos en conjunto que funcionan bien. También se destacan planos que quedan en la retina, como el contrapicado que tiene a Mank abajo y a Marion Davies Arriba, en la hoguera, mostrando un eje cruzado simétrico. O bien, la caminata de Mayer junto a los Mankiewicz poco antes de dar un cínico discurso y decirle a sus actores empleados que les bajará el sueldo a la mitad. Incluso cuando Mank, sin saberlo, le da una idea a los medios de comunicación para derribar al líder político demócrata Sinclair con falsos spots y, así, favorecer al candidato republicano. Gran idea de debate dialéctico-político. Para qué decir de la discusión entre Mank y Welles, donde se deja ver que Herman Mankiewicz nunca quiso crédito de sus obras, hasta que escribió “American” y pidió aparecer como dueño del guion.

También se destaca el esfuerzo que hizo David Fincher para hacer un filme propio de los años 30 y 40, con fundidos y encadenados a negro, y la genialidad de colocar en pantalla la formalidad del rótulo del guion cuando se describe una escena, con el fin de introducirnos en los diversos Flahsbacks.

No es una novedad decir que David Fincher es uno de los mejores directores del cine contemporáneo y es bueno que haya vuelto a realizar otra obra de gran talla como es Mank, filme que pasa a ser parte de grandes películas de cine que hablan de cine, como Cautivos del Mal (Vincente Minnelli, 1952) o incluso RKO 28: La Batalla por Ciudadano Kane (1999), dirigida por Benjamin Ross y protagonizada por Liev Schreiber (Orson Welles) y John Malkovich (Herman Mankiewicz), entre muchas otras.

Gracias David Fincher por generar una de las mejores películas de este bizarro año, en el que las personas están más en casa y pueden disfrutar del buen cine.  

 

 

 

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