El periodista Gino Solari analizó la serie de Netflix Gambito de Dama
foto: Netflix
Gino Solari
Netflix cumplió a cabalidad su cometido de posicionar una nueva producción luego de su éxito juvenil Stranger Things (2016, Hermanos Duffer). Y cual jugada de ajedrez, sacó un enroque que posicionó a Gambito de Dama (2020, Scott Frank) en la miniserie más vista en la historia de la plataforma.
Este melodrama lleva por nombre una famosa jugada de ajedrez que consiste en entregar una pieza para obtener ventaja en el tablero, y es la representación cinematográfica del libro homónimo (1983) cuyo autor es Walter Tevis, y que años antes, el fallecido actor Heath Ledger intentó dirigir sin éxito.
Gambito de Dama nos lleva a la época de los años sesenta, en una sociedad donde la mujer tiene un rol secundario y donde el territorio es totalmente masculino (Scott Frank ya incursionó en esta temática en su primer miniserie de Netflix, Godless (2017), un lujo de drama western) y donde se deja entrever que existe tensión entre dos mundos representados por Estados Unidos y la Unión Soviética: la guerra fría.
Es aquí donde encontramos la bañera de un lujoso hotel, desde donde aparece Elizabeth Harmon (Anya Taylor-Joy), con la ropa empapada, tratando de levantarse para asistir a su desafío más importante: jugar ajedrez con el campeón del mundo ruso Vasily Borgov (Marcin Dorocinski).
Es en este momento cuando deja de ser un producido “comercial de perfumes” y empieza todo. El primer plano de Beth Harmon es impresionante, sus ojos son ventanas al universo, en ellos se podría encontrar el más grande misterio, el principio de la vida. Este recurso se utiliza en toda la miniserie, siendo Taylor-Joy quien aguanta con su impresionante trabajo actoral la carga dramática a través de un personaje solitario e inmerso en las adicciones.
Un flash back nos traslada desde el partido de ajedrez hasta su niñez, el momento exacto cuando queda sola, alienada, para luego recluirse en un orfanato. Colores fríos predominan en estos pasajes, hasta que Beth se encuentra con el Sr. Shaibel (Bill Camp), el conserje del orfanato, también alienado en un sótano, quien le enseña ajedrez y se convierte en su mentor. La siguiente derrota en su corta vida fue rápida: un jaque mate pastor. Pero ella estaba lejos de rendirse.
Beth es una joven introvertida, pero con determinación. Esa actitud que tienen los genios y que la llevó a conseguir sus metas, desde un frasco lleno de tranquilizantes (un final de primer capítulo hermoso y estremecedor) hasta ser la mejor del mundo en el tablero de sesenta y cuatro casillas. La pequeña actriz, Isla Johnson, interpreta de manera magistral a Beth Harmon pequeña. Es una completa revelación.
Ya a los quince años, Beth Harmon cambia de vida porque es adoptada. En su nuevo hogar se destaca el vaticinio del éxito: las paredes de su pieza lucen como un tablero de ajedrez, mismo sentido que la diseñadora de vestuario, Gabriele Binder, plasmó en los vestidos, cada vez más estilosos, de la joven prodigio.
Se destaca la dirección de arte, con manejo de colores bien contrastados, lo que hace recordar a otros filmes que se destacan por tener el color como protagonista, como el Gran Hotel Budapest (2014, Wes Anderson). Incluso las paredes de la sala de estar y de la habitación de su madre están llenas de flores, tal como las paredes en el pasillo del famoso hotel que albergó al escritor Jack Torrance (Jack Nicholson) y su familia en El Resplandor (1980, Stanley Kubrick).
Además, se puede ver una producción de primera, recordándonos en ocasiones a la serie The Crown (2016, Peter Morgan) o bien a Mad Men (2007, Matthew Weiner). El parecido con ésta última producción se nota en la época, el vestuario y en la propia Harmon, quien toma un giro de empoderamiento femenino en un mundo de hombres, tal como Peggy Olson (Elizabeth Moss) en la serie dramática enfocada en la agencia de publicidad.
Con el correr de la serie aparecen los amigos de Harmon, como el escritor Townes (Jacob Fortune-Lloyd), el vaquero Benny (Thomas Brodie-Sangster) y Harry Beltik (Harry Melling), con quienes mantiene una relación intensa, una subtrama que ayuda a Beth a conseguir su meta. En este punto no se aprovecharon más algunos personajes, como es Jolene (Moses Ingram), su amiga de orfanato, ni el Sr. Shaibel, quienes exigieron más tiempo en pantalla.
Estos personajes son esenciales porque desnudan el carácter de Beth y traspasan su coraza. Incluso Beltik le dice que ella juega “como Alekhine” (El jugador más agresivo, letal y combinativo en la historia de este deporte), tanto en el ajedrez como en la vida, lo que a la larga, no sería bueno para ella.
También se destaca la relación con su madre adoptiva, Alma Wheatley (Marielle Heller), quien la ayuda a llegar a la cima y mantienen una relación fraternal, de apoyo, y es quien muestra a Beth el mundo del alcohol. Pero lo interesante es que Harmon no culpa a Alma por su alcoholismo, sino que lo acepta como una decisión suya, tal como lo hace en el ajedrez, tomando decisiones que pueden ser buenas o malas, pero que son propias de ella… “El ajedrez es un mundo de 64 cuadros”…
El personaje que interpreta magistralmente Anya Taylor-Joy tiene influencias de la vida del campeón mundial estadounidense de ajedrez Bobby Fisher, incluso con Alexander Alekhine por su afición con el alcohol. Cabe destacar que la vida de Fisher fue llevada a la pantalla grande en la película El Caso Fisher (2014, Edward Zwick).
El episodio final es un poco inflado, quizás exagerado pero bien manejado, con un climax fuerte y elegante. Gambito de Dama quedó con un final abierto, pero está perfecta como una pieza única. Netflix tomará la decisión de continuarla o dejar a la imaginación el destino de la campeona Beth Harmon y realizar un nuevo enroque para el siguiente éxito de taquilla.
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